La crisis de la salud ha jugado un papel revelador al acelerar los procesos de transformación de la actividad y del aparato productivo que, para algunos, ya funcionaba desde hacía muchos años. Los sectores de actividad que satisfacen necesidades esenciales, que a menudo no pueden reubicarse, evolucionarán significativamente. En este contexto, la cuestión de la adaptación de habilidades ha ganado nuevos lugares en la jerarquía de prioridades. 

Ciertas actividades, en declive, ven disminuir significativamente sus requerimientos laborales, mientras que otras, en desarrollo o aún por estructurar, están cada vez más en busca de personal calificado, por lo tanto capacitado. Sin embargo, a partir de la medición realizada de la magnitud del impacto de la crisis en el tejido económico a corto y largo plazo, los poderes públicos, ramas profesionales y empresas, constataron un vacío en las herramientas de formación disponibles para apoyar este movimiento de fondo. Son muchos los sistemas que existen en la actualidad, en particular los recientes, como el reciclaje o la promoción a través de programas de trabajo y estudio (Pro-A). Pero pocos son los que permiten la movilidad profesional intersectorial.